Estuvimos organizando el viaje desde hace meses, decidimos entre otras cosas pasar dos días en la capital (Reikiavik) en uno de los muchos guesthouses, casas que "acogen turistas" por un precio razonable para el país, son cómodos, y los propietarios, con un nivel envidiable de inglés, fueron amables aunque utilizando las palabras justas, incluso alguna menos.
La llegada en avión desde Barcelona, a las 12 de la "noche" ya nos hablaba a las claras de lo que íbamos a encontrarnos, había una luz espectacular desde el avión (salimos de noche de Barcelona y llegamos de día, el atardecer lo vivimos hacia atrás), de hecho no volveríamos a ver la noche hasta nuestra vuelta a España ya en Julio.
Campos de lava, ríos que van por donde ellos quieren, creándose su camino cada año, meandros, canales...era la costa sur de Islandia.
Aterrizamos y un autobús nos llevó al guesthouse de Reikiavik.
El día siguiente y la mañana del posterior, los dedicamos a conocer un poco la ciudad. Una borrasca atlántica pasó por encima de la ciudad esos días, soplaba un viento fuerte de suroeste, y llovió la mayor parte del tiempo que estuvimos en la capital.
Reikiavik (bahía humeante en islandés) se recorre a pie, no es demasiado grande, tiene unos 215.000 habitantes, más o menos dos tercios de toda la población de Islandia, está ubicada en una bahía natural, con gran puerto, y paseo marítimo desde donde solo unos pocos edificios altos se yerguen sobre las pequeñas y sobrias casas, sin embargo las calles más comerciales y turísticas tienen un aspecto colorido, sobre todo la calle central de Laugavegur.
Laugavegur (Reikiavik) |
Para "bajar" al centro debíamos pasar por la curiosa iglesia de Hallgrímskirkja
Me fijaba cada poco en los pájaros, entre las zonas arboladas se veían sin problema zorzales alirrojos de la subespecie propia de la isla (coburni) y mirlos, llamaba la atención lo escasas que son las palomas aquí y que no hay gorriones.
Bajando a la zona del paseo marítimo se encuentra el edificio de usos múltiples del Arpa, sus cristaleras al igual que la fachada de la iglesia, simulan columnas de basalto, tan frecuentes en esta isla volcánica, el sol, que salía a veces unos pocos minutos para volver a llover después iluminaba las facetas de la pared de cristal con diferentes colores. Un poco más adelante, encontramos la escultura de Solfar que representa un barco vikingo, para entonces volvía a llover y la temperatura rondaba los 8 ºC.
Arpa |
Solfar. |
Vista de Reikiavik desde Perlán. |
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